
La crisis económica, que se transformó en permanente para las Pymes desde mucho antes de la instalación de los problemas financieros, impuso la necesidad de un acuerdo político para crear bases sustentables en la recuperación de la actividad. La industria es el piso sólido del crecimiento cuantitativo y cualitativo para dar respuesta a los problemas de la caída del empleo y de la creciente pobreza, dos factores que ponen en riesgo cualquier proceso de normalidad en la democracia. Basta entender que una concertación nacional debe esquivar las tentaciones de un hecho electoral y nacer bajo el paraguas de las ideas comunes entre todos los sectores, a sabiendas de que las pequeñas y medianas empresas son el corazón de cualquier éxito.
Los empresarios que formamos parte de Industriales Pymes Argentinos (IPA) advertimos el escenario complejo que se acercaba desde que se le dio prioridad al mercado de divisas -con tasas de interés que hacían tan atractivas las inversiones financieras como inviables los negocios productivos- y relegó a la industria -que sufrió la dolarización de sus costos energéticos, con efectos letales para el sector-.
La participación del IPA, sin embargo, siempre tuvo una contraparte propositiva. Entendemos que el éxito de un gobierno, cualquiera fuera su signo político, significará un avance para la sociedad en su conjunto. Así es que vemos con suma satisfacción que el gobierno avance con la idea de sellar un acuerdo con otros sectores políticos para garantizar la estabilidad institucional, tal como pedimos con humildad desde nuestro sector.
Con el respaldo correspondiente a la convocatoria, también entendemos que dejar afuera del diálogo a las Pymes se avanza en la reincidencia de un error que demostró ser la clave del fracaso de políticas de Estado bienintencionadas, pero sin una dimensión acorde a la problemática que debe ser abordada con amplitud y responsabilidad de parte de todos los actores.
Cierto es el esfuerzo que todos debemos realizar en momentos de incertidumbre. Es el sector privado el que más capital puso en juego durante el proceso de cambios que se implementaron, con escasas respuestas a las necesidades para recuperar el terreno perdido en términos de competitividad y rentabilidad ligada a la inversión.
El sinceramiento de los precios energéticos -discutiblemente necesarios para normalizar la economía- fue uno de los puntos que puso en situación de crisis a los costos de las Pymes industriales porque además de los aumentos constantes por la readecuación de precios, los contratos dolarizados que las fábricas están obligadas a firmar en forma anual llevaron a generar una inflación en la materia prima sin que existan parámetros de previsibilidad en los presupuestos mensuales.
Este escenario no permite más que poner en común el esfuerzo para salir de una crisis inducida por malas o tardías decisiones, en donde el principal problema estuvo en un constante diálogo -hecho positivo y valorado por todos- que no encontró respuestas concretas a las propuestas que surgieron desde las fábricas.
Es sabido y confirmado que puertas adentro de las fábricas creció a fuerza de ingenio la competitividad de la producción nacional para poder soportar los contantes golpes de los costos externos. Pero apenas cruzaban los portones, todo ese esfuerzo caía en las redes de la inédita presión impositiva, el hundimiento de las ventas por la destrucción del mercado interno, y herramientas inocuas para la inserción inteligente comercial en el mundo. Del sueño de ser el supermercado a volver a ser el granero hubo sólo un paso que perjudicó incluso a los sectores primarios.
Más allá de los reproches que dejaron una situación de quebranto a miles de Pymes industriales y centenares de desocupados, lo que el IPA propone es un acuerdo entre todos los sectores que participan de la vida cotidiana de la producción nacional: empresarios, representantes de los trabajadores, organizaciones sociales que contienen a desempleados con intenciones de retornar al mercado laboral, partidos políticos y Estado, entre los principales actores sociales. Todos bajo la inquebrantable regla de un juego previsible que genere certidumbre más allá de las personas que ejerzan el poder.
En definitiva, tenemos un lugar reservado en la historia. De nosotros depende si seremos recordados por el valor de hacer las cosas bien, o por la cobardía de tomar atajos personales.
* Presidente de Industriales Pymes Argentinos (IPA)